sábado, 4 de mayo de 2013

“Quizás cuando erais muy pequeños alguien os leyó la insulsa historia —la palabra «insulsa» significa aquí «que no vale la pena leerle a nadie»— del chico que gritó «¡Lobo!». Un chico muy pesado, quizás lo recordéis, gritó «¡Lobo!» cuando no había ningún lobo, y los crédulos aldeanos que corrieron a socorrerle vieron que había sido una broma. Después gritó «¡Lobo!» cuando no era una broma, y los aldeanos no corrieron en su ayuda y el lobo se comió al niño, y la historia, gracias a Dios, llego a su fin. La moraleja de la historia, claro, debería ser: «Nunca vivas en un sitio donde los lobos anden sueltos», pero probablemente quien os leyese la historia os diría que la moraleja era que no había que mentir. Esa moraleja es absurda, porque tanto yo como vosotros sabemos que a veces no sólo es bueno mentir, sino que es necesario.” 

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